miércoles, 18 de agosto de 2010

Al poco tiempo de establecer su herrería en Grand Detour (Illinois), comprobó que la conquista de nuevas tierras estaba resultando mucho más difícil de lo esperado: los suelos fértiles y arcillosos de las praderas norteamericanas se adherían constantemente a los tradicionales arados de hierro fundido, obligando al agricultor a limpiar el arado cada pocos metros haciendo casi imposible realizar las labores agrícolas básicas.

John Deere no se quedó al margen de este problema. Desde su herrería experimentó con distintas formas y materiales en busca de una reja cuya superficie impidiera la adhesión de tierra y evitar así que los arados quedaran atascados con tanta frecuencia. Un día del año 1837 decidió probar con un nuevo material.
La hoja de una vieja sierra le proporcionó el acero necesario para fabricar un cuerpo de arado ligero y extremadamente pulido. Tal como John Deere sospechaba, la prueba del nuevo material fue definitiva: el suelo resbalaba perfectamente sobre la superficie del arado sin producir atascamientos. John Deere había fabricado el primer arado autolimpiable, que hizo posible el cultivo en las fértiles praderas de Norteamérica.

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